por MERCHE GARCIA
Me desperté yo primero, era temprano todavía. La luz ya inundaba la habitación, me puse de pie y le estuve observando detenidamente, Juan era perfecto, había tenido mucha suerte al conocerlo, un hombre que me comprendiera, como yo era, con mis gustos y manías.
Fui hacia la terraza y abrí la puerta dejando que entrara la brisa del mar, ni una nube se divisaba, era un día hermoso, mire para abajo y como de costumbre la playa se estaba llenando, pero no teníamos planeado ir, nuestros planes eran darnos un descanso y disfrutar uno del otro plenamente aquel día.
Juan se despertó estirando todo su cuerpo, se veía esplendido, se levantó sin decir palabra y vino hacia mi dándome un beso profundo con los ojos cerrados, yo respondí colgándome de su cuello con los brazos y pegando mis senos contra su pecho. Una escena para no olvidar en la vida y para estarle siempre agradecida.
-Estas preparada cariño. Me dijo.
Había planeado cambiar un poco el escueto vestuario que tenía. Juan no es mucho de ir de compras, siempre odio el hecho de esperar a que me probara una a una todas las prendas que tenían en la tienda de turno, pero sabía que desde ahora en adelante todo iba a ser diferente, que lo disfrutaría.
-Tendremos que desayunar algo. Y yo le replique:
-Baja tu primero y pide el desayuno, voy a ver qué hago con este vestido, Refiriéndome al vestido morado con flecos que lucí el primer día en la disco.
Me quede pensando en lo ocurrido el día anterior y en las consecuencias que podría traer para nosotros cuando las vacaciones terminaran.
A los cinco minutos baje, era increíble, había conseguido transformar aquella ropa convencional en pura provocación. El escote de la chaqueta dejaba muy poco para la imaginación y enseñaba gran parte de mi vientre, la falda parecía haber encogido cinco o seis dedos, y la pierna al andar asomaba por una raja a la derecha que mostraba casi todo su muslo, había doblado la cinturilla de la falda para ese fin .Con cuatro puntadas aquí y allá, consigue dejarla a mi gusto y al de Juan a juzgar por la cara que puso al verme Tome el desayuno, no sin antes advertir la mirada de aquel camarero y salimos, poca gente en la calle, era temprano pero ya hacia bastante calor.
Empecé a andar, ese movimiento que adoptaba mi cuerpo al avanzar, no pasó desapercibido para mi novio, era como una persona nueva, mi erotismo fluía sin parar, con naturalidad, era parte de mí para siempre. Mi novio me siguió despacio hasta que no pudo evitar abrazar mis caderas, ahí fue cuando descubrió que no llevaba bragas.
-¡Íbamos de compras y no se había puesto bragas! Esto era inadmisible.
Me dijo Juan medio en broma
Llevaba tres días en la isla y parecía que estas situaciones no paraban de sucederse, mis fantasías ya estaban completamente superadas pero continuamente iba rompiendo los esquemas manteniendo a Juan con un calentón todo el día, le dolía el miembro de tenerlo erecto, según me confeso.
Yo le respondí:
-De ahora en adelante no iré nunca de compras, iré más bien de caza.
Cada palabra, cada sonido que salía de mi boca, parecía bien pensado y calculado para provocar en él una reacción térmica, el contacto con mis caderas y la mirada que le dedique convirtió su sangre en lava.
La primera, una tienda de regalos, cacharros y trastos inservibles, un montón de estanterías repletas de cosas sin importancia. Dentro del local diez o doce clientes, la mitad hombres, que acompañaban a su pareja con cara aburrida. Comenzó el espectáculo, me agache por primera vez, mi marido que estaba detrás de ella pudo ver el final de sus piernas perfectamente, lo hice despacio para atraer la mirada de dos señores que estaban frente a mí.
Miraba aquellos objetos como si estuviera buscando algo, en realidad mi novio sabía lo que estaba buscando, la atención de aquellos señores. Las miradas lascivas sobre mí, provocaban mi excitación que Juan percibía por el cambio de movimientos, lo hacía adrede para mostrar mis pechos, uno primero, después el otro. La atención que robaba era tal, que mis victimas tropezaban unas con otras. Yo sabiéndome observada di un último giro de tuerca, me puse en cuclillas abriendo un poco las piernas, dejaba así entrever que no llevaba ropa interior alguna, proponía una panorámica extensión de todas mis intimidades.
Después de esta escena me levante cogí dos cacharritos y avance por el estrecho pasillo, como buscando alguna otra cosa, sin mirar siquiera a los allí presentes, pero procurando el roce con ellos, que tampoco hacían nada por apartarse, movía mi trasero esperando el contacto. Una mirada bastaba para cortar la respiración, la perversión se notaba en el ambiente. Llegamos a la caja y salimos a la calle. Tenía el pulso acelerado y conversamos un poco sobre el tema y dije:
- No sé qué me pasó, pero si alguno hubiera dado el primer paso habría perdido el control, no me hubiera negado a hacerlo allí mismo.
Tocaba ahora una tienda textil, no era muy grande, un mostrador a la izquierda unas barras con ropa a la derecha y frente a estas dos probadores con cortinas como puertas. Empecé a elegir camisetas, camisas, una faldita por aquí, otra por allí, le entregue las perchas con toda la ropa a Juan y fuimos hacia los probadores. La gente entraba a la tienda y pude comprobar que teníamos seguidores, hombres que ya había visto en la tienda de regalos, la insinuación había dado sus frutos, querían seguramente seguir viendo el espectáculo que iba regalando. Por supuesto no iba a defraudarlos ahora.
Tome una prenda en mi mano y pase al probador, sin cerrar la cortina del todo me desnude, despacio, tampoco tenía mucha ropa para quitarme, el espectáculo había comenzado, desnuda en aquel probador tan solo Juan obstaculizaba la visión de todo mi cuerpo, todo me sentaba bien faldas cortas, vestidos, camisetas, camisas. Los seguidores no se perdían detalle de los movimientos que hacía. Al final con tanta expectación creada no supe siquiera que es lo que habíamos comprado. Salí peor que había entrado y Juan estaba algo descolocado.
Nos dirigimos hacia el hotel para dejar las bolsas de ropa, pensé que le tocaría a Juan calmar la calentura pero antes de llegar a la entrada nos encontramos con los mirones del día anterior. Después de saludar subí a la habitación para dejar las compras.
Juan me informo después, como nosotros no fuimos con ellos a la playa nudista, invitaron a la excursión a Diana y Alex, estos aceptaron gustosamente. Sacaron entonces la cámara, mostrándome a Diana en todas las posiciones posibles desnuda por completo, mirando foto a foto me puse a la derecha para compartir mi visionado.
Comente entonces:
-No parece tan inocente después de todo
Cuando terminamos de verlas todas le devolví la cámara a los mirones, por suerte las fotos de la noche de la playa no estaban allí, estos se fueron a descansar y darse una ducha, según nos dijeron.
Le dije a Juan cuando se habían alejado:
- Vaya, pues de aburridos no tienen nada
Me cogió la mano y nos fuimos andando. A la derecha según se sale del hotel, hay una calle con escaleras que nunca habíamos pisado, me indico con la mano que quería descubrir lo que había por allí, era una calle empinada, según parecía el barrio antiguo de aquella zona, calles estrechas a los lados, aparecían y se perdían en sus propias curvas. Llegando casi arriba a la izquierda un barril en la calle y un cartel encima de una puerta imposible de leer, era un bar de alemanes. A mí no me extrañaba que fuese de alemanes, lo que me extrañaba era su ubicación.
Pase primero preguntando si estaba abierto, era un bar pequeño, una hilera de mesas a la derecha una mesa de billar americano a la izquierda y de frente la barra que no debía de medir más de seis metros. Juan se sentó a la izquierda de la barra en un taburete alto, yo me quede de pie y pidió dos cervezas, el camarero interrumpió la charla que mantenía con el único cliente que había allí para servir las cervezas. Este cliente ya lo había visto yo antes, pensé durante unos segundos. Era el recepcionista del hotel y así se lo hice saber a Juan.
-Bueno, mejor para él. Me dijo.
Me acerque a Juan abriéndole las piernas y enganche mis brazos a su cuello, inmediatamente al alzar mis brazos mis pechos quedaron fuera, acerque mi boca a su oreja y dándole un mordisquito le dije:
-Álzame la falda, quiero que me vean el culo, quiero follar ahora mismo.
Había tomado la iniciativa, ya no había vuelta atrás. Bajo sus manos rodeado sus caderas mientras besaba mis pechos y comenzó a acariciar mi culo levantando mi falda poco a poco, sin miedo, esta vez no habría reproches, metía una mano por delante de mí tocando mi coño, lo tenía empapado, sus dedos entraban y salían con suma facilidad.
Le saque la polla y la empecé a masajear mientras me contorsionaba por el gusto que me proporcionaban los dedos en mi vagina. De pronto me agache y se la empecé a acariciar con la lengua, era tremendo el gusto que me hacía sentir, de inmediato se acercó el recepcionista mirando, como pidiéndome permiso para actuar, asentí con la cabeza y el empezó a tocar mi culo mientras con la otra mano sacaba su polla, el camarero viendo la escena corrió a cerrar la puerta del local para ponerse al lado de mi ofreciéndome su polla. Yo no el rechace, la cogí con una mano fuerte y empecé a masturbarle dándole una chupada de vez en cuando.
El recepcionista viendo como tragaba polla se dispuso a penetrarme, con una fuerte embestida la metió toda de una vez. Yo estaba como loca, acelere mi ritmo y Juan intento aguantar un poco más, era imposible, la cara de gusto y de vicio que yo ponía seguro le hicieron eyacular dentro de mi boca, no pudo aguantar. Cambiando mi boca de polla seguí con la misma intensidad, mientras el recepcionista la metía y la sacaba entera sin parar, el camarero se veía que no iba a aguantar mucho más tampoco, según mi novio poseo una lengua portentosa capaz de volver a un hombre loco en dos pasadas.
El camarero ya no aguantó más, agarrándome del pelo le saco la polla de su boca para correrse en su cara. El recepcionista tardó un poco más y dando un quejido se corrió sin sacarla. Cuando me incorpore tenía la cara y la entrepierna manchada de semen que me chorreaba sin parar. Me fui al servicio a limpiarme, tarde sólo un par de minutos, al volver todavía seguían recuperándose los tres, le eche mano al paquete del camarero y le dije:
- Que, ya no tienes más.
No obtuve respuesta. Me había quedado a medias, era increíble mi apetito sexual.
Pedí la cuenta, por supuesto estábamos invitados e incluso nos invitaron a volver otro día por el mismo precio.
Salimos del bar, no sin antes despedirme de estos dos con un restregón, pusimos rumbo al hotel, era casi la hora de comer.
Continuara….
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