En un convento había una monja muy ordinaria, siempre que hablaba con las otras monjas de cualquier cosa, lo acompañaba con palabrotas y grosería de las mas terribles.
Sus compañeras estaban cansadas de ella y de sus groserías. Y un día se reunieron todas las monjas sin estar ella delante y llegaron a un acuerdo:
Cuando la monjita ordinaria empezara con sus palabrotas y groserías, todas se apartarían de ella y la dejarían sola, para mostrarle su rechazo por su forma de hablar.
Un día mientras comían todas, se empezó a hablar sobre las guerra y sus consecuencias.
Sor Alejandra dio su opinión:
- Si yo pudiera mandaría un camión lleno de alimentos, para toda esa gente.
Sor Mercedes también dijo la suya:
- Si yo pudiera mandaría un camión lleno de alimentos, para toda esa gente.
Y la monjita ordinaria, mirando a todas ellas les dijo:
- Si yo pudiera mandaría un camión lleno de putas, para los pobres soldados.
Y tal como habían decidido las monjitas al mismo tiempo, tal como acordaron, se levantaron de la mesa y se dirigieron a la puerta.
Entonces la monjita les gritó:
¡¡ ESPERAROS, VICIOSAS DE LOS COJONES QUE AÚN NO HE CONTRATADO EL CAMION!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario