por MERCHE GARCIA
Subimos a nuestra habitación, había decidido darme una ducha y cambiarme de vestido, estaba un poco manchado y pegajoso, además tenía que colocar la ropa en el armario. Entramos en la habitación y yo me dirigí a la ducha, él se dirigió a la terraza, tres minutos de ducha y salí con una toalla anudada por encima de los pechos, no se me había quitado la calentura que llevaba todavía, me senté en la cama y lo llamé:
-Juan, entra que tengo que hablar contigo.
El entró y se sentó al lado de mí sin parar de mirar mi cuerpo, esperando lo que le iba a decir.
Yo me sinceré, le dije que me lo había pasado bien esa mañana, pero que me había excitado más con Ramón, que era un poco más dominante y que quería volver a vivir otra experiencia similar.
No era una dominación forzosa lo que yo buscaba sino más bien una dominación consentida, sentía más morbo con situaciones no calculadas. Ya había probado el poder de seducción que tenía mi cuerpo y el control que podía ejercer sobre los hombres, que era casi absoluto. Lo que quería era perder un poco de ese control, el instante, la sumisión inconsciente al deseo del hombre que me estuviera poseyendo en ese momento. Así se lo hice saber a Juan que se quedó pensativo. No sabía muy bien donde me estaba metiendo en mi afán por descubrir cosas nuevas, situaciones distintas.
Juan me pregunto en ese momento:
-¿Estas segura de lo que me estas pidiendo?
Luego de estar unos minutos acariciándonos sobre la cama, me puse el bikini del primer día, un pareo que me había comprado esa misma mañana y nos fuimos para el comedor.
Allí estaban Alex y Diana que nos hicieron sitio nada más vernos entrar, Juan se sentó al lado de Dian y yo a la derecha de Alex. Cuando llevábamos unos minutos hablando saque tema de la playa nudista, me picaba la curiosidad de lo que podría pasado allí, Diana me conto que había sido una decepción por su parte, que era todo lo contrario a lo que ella esperaba, tanta gente desnuda, tantos miembros flácidos, Alex salió aclarando un poco la situación:
- Lo que Diana quiere decir, es que no había ni un ápice de erotismo, parecían personas aburridas de ellas mismas. Aclarándome así que es lo que iban buscando en esa playa. Después continúo diciendo Alex:
- Le pregunte a un camarero si todos los días eran iguales, el me respondió que la movida era al caer la tarde cuando la gente se retiraba a una arboleda que había detrás de la playa.
En una frase, Alex me había aclarado todas mis dudas, lo que buscaban y de qué manera eran, bastante parecidos a nosotros.
Mi siguiente mirada fue para Juan, no había entrado en conversación, estaba raro, pero pronto me di cuenta de porqué. Era Diana que le robaba toda su atención, llevaba puesto un pareo mayor que el mío, marrón de flores medio transparentes, abrochado por encima de los senos, era todo lo que tenía puesto, no llevaba nada debajo. Esto lo tomé como una provocación, pues al igual que yo me daba cuenta de las miradas de Juan, ella también las percibía y no hacia ni decía nada para remediarlo, incluso creí ver en su rostro satisfacción por ser el centro de atención en ese momento. Diana pidió permiso para ir al baño a mi novio, ante la imposibilidad de salir por otro lado, Juan se hizo para atrás unos centímetros y Diana paso rozándose con las piernas de juan quedándose su culo a la altura de su cara, era una provocación absoluta una invitación a la lujuria, al desenfreno. Alex que estaba a mi lado ni se sorprendió. La insinuación de Diana era evidente, y el calentón de Juan más todavía. Diana desapareció tras la puerta del servicio y Juan no tardó ni un minuto en excusarse para ir al baño también.
Quedé con Alex, el pobre no sabía que decir, al parecer era ella la que llevaba el mando, otro reto más para mí. Me propuse romper todos los esquemas que tenía grabados en su interior. La perversión de Diana era algo personal desde aquel momento para mí.
Saque una conversación sin importancia, el tiempo, la playa. Estaba cronometrando loó que aguantaría Juan en las manos de Diana. Al final fueron quince minutos lo que tardó, estuvo rápida y efectiva pues traía cara de satisfacción, a los dos minutos apareció ella, lo que tardo en arreglarse y en lavarse.
Seguramente pensó que Juan me lo ocultaría, cosa que no pasó, cuando terminamos de comer subimos a la habitación y me entere de todo. Diana lo estuvo esperando en el servicio de caballeros, en un retrete individual, cuando pasó por su lado abrió la puerta y lo cogió del brazo metiéndolo dentro con ella, por supuesto que ya estaba desnuda por completo, sin esperar a que reaccionara le saco su polla y empezó a chuparla con empeño, toda entera aparecía y desaparecía dentro de su boca, cuando estuvo lo suficientemente dura lo sentó en la taza y ella se sentó encima de él dirigiendo con una mano el miembro para que entrara todo dentro, no hubo palabras ni tiempo para ellas, Diana empezó a moverse como animal salvaje, se escucharon pasos puertas que se abrían y cerraban, pero ella no paraba estaba poseída por el deseo en aquellos momentos, sus jadeos subidos de volumen delataban lo que allí estaba ocurriendo, parecía no importarle lo mas mínimo, entre la tensión de que en cualquier momento podrían abrir la puerta, el movimiento de los pechos y la presión de aquella vagina insaciable, según me dijo Juan, era imposible aguantar mucho tiempo. No tuvo impedimento en que se corriera dentro. Fue corto pero fue intenso.
Después de contarme todo lo sucedido con todos los detalles le dije a Juan que mi intención era la de echarme un poco la siesta, me tumbe en la cama y me dispuse a dormir.
Me desperté a las dos horas, estaba sola, miré en el servicio y ella terraza y nada, Juan no estaba. Abrí el armario y elegí un nuevo vestido para aquella tarde, era ligero, blanco, sin hombros, estrecho en la parte de arriba y con tablas en la parte de abajo, no muy corto, por encima de las rodillas. Me lo puse y baje al bar a ver si localizaba a Juan, estaba efectivamente allí junto a Alex, fui hacia ellos salude y pedí un café con hielo me apetecía algo fresco, cuando pude coger el hilo de la conversación me entere que estaban hablando de una salida en conjunto, es decir lo cuatro a una discoteca que había unas manzanas más allá, de estilo latino, para dentro de un par de días, por ser fin de semana. Bueno, no me disgustó la idea, aunque sabía que Diana me llevaría ventaja con esa música.
Alex me dio un beso y se marchó, Juan me cogió de la mano para sacarme fuera.
-Mira Merche. Dijo enseñándome un coche que acababa de alquilar.
-Es nuestro mientras estemos en la isla.
Juan me miro de arriba a abajo y continuó diciéndome:
-Además hace juego con tu vestido.
Me di cuenta que el vestido que llevaba era tan fino que las bragas y el sujetador se veían a través de él. También me quedaba como un guante hecho a medida.
Me hizo subir para dar una vuelta, pero cuando cogimos la circunvalación saco un mapa y me lo dio.
-Busca Santa María del Cami. Me dijo.
Adiviné que algo tramaba, nos estábamos alejando de la playa hacia el interior de la isla.
Lo fui dirigiendo hasta la carretera que indicaba esa dirección. Estaba algo nerviosa porque la imaginación de Juan me había sorprendido en más de una ocasión, que se le habría ocurrido esta vez.
Cuando llegamos al pueblo se orilló a la derecha y llamo por teléfono.
Tres palabras: Ya estamos aquí.
Después cortó el teléfono y vi cómo se acercaba un hombre que saludo metiéndose en el asiento de atrás del coche. Era el recepcionista, el mismo con el que habíamos estado esa misma mañana.
-Este es Ricardo, desde ahora en adelante le deberás obediencia absoluta. Me dijo Juan.
Recordé entonces lo que le dije a Juan por la mañana, no había vuelta atrás.
Ricardo tomó el mando desde ese momento. Bajo del coche y abriendo mi puerta me ordeno bajar. Yo ya estaba cachonda por la situación, Juan me acababa de entregar. Empezamos a caminar en dirección a una casa, no era muy lujosa por cierto, saco una llave abrió la puerta y me hizo pasar. Mire hacia atrás buscando a Juan, Ricardo me dio un azote en el culo y me dijo:
-No te ordené mirar.
Atravesamos un portal y llegamos a un salón, la televisión encendida, las ventanas medio abiertas. Sonó el timbre de la casa, Juan pensé, Ricardo me ordeno seguir de pie y fue a abrir la puerta, al momento entraron dos hombres más, Juan no era. Estaba a merced de tres hombres, se confundían en mi interior la excitación con el miedo.
-¡Desnúdate! Me ordeno Ricardo.
Yo lo hice sin replicar, me desabroche el vestido y lo deje caer, luego me quite el sujetador y por ultimo las bragas.
Ricardo entonces apoyo mi cabeza con una mano en el asiento de una silla y con otra me sujeto las manos en la espalda, mi culo quedó para arriba y un invitado me abrió las piernas, estaba preparada para una penetración, mi coño estaba perfectamente abierto. Pero no, este invitado me metió dos dedos de golpe en el ano que me hicieron emitir una queja un chillido corto.
Ricardo se puso como loco, era lo que estaba buscando, lo que le excitaba, ese dolor mezclado con placer era la chispa que encendía en Ricardo todo su fuego interior. De inmediato me arrodillo, metió su polla en mi boca y comenzó a mover mi cabeza, fuerte con violencia. Los otros dos me rodeaban esperando su turno, no esperaron mucho, se corrió en mi boca y ordeno que me lo tragara todo. Sin haber podido coger aire apenar ya tenía la boca llena otra vez, era un desenfreno total, este de vez en cuando me tapaba la nariz para que abriera más la boca con el fin de respirar, igualmente se corrió y me lo tragué todo, el ultimo la tenía más larga, me daba en la campanilla, imposible de que me cogiera toda en la garganta, aun así el seguía intentándolo. Pensé entonces que si acababan los tres en mi boca terminaría todo allí y puse más ganas para que todo acabara cuanto antes, pero ellos lo tomaron como una provocación, pensaron que estaba disfrutando (que en realidad así era), se suponía que lo tenía que pasar mal.
Cuando término este último me lo trague todo igualmente. Ricardo me mandó al servicio a lavarme dándome el vestido solamente para que me lo pusiera. Comprendí que la tarde no había hecho nada más que empezar.
Un saludo para todos se despide siempre vuestra...Merche
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